Y apenas arranca la inicial "Let There Be Death", ya podemos oír que nada de esto fue hecho a la ligera: la adición de una guitarra hace que el ahora quinteto suene más grande, más poderoso, y Sy Keeler es claramente un cantante con mayor rango, capaz de alcanzar notas que hubieran sido impensadas en el pasado punk del grupo de Bristol.
Y esto también se traslada a las canciones: mientras que en el debut Power From Hell las canciones se mantenían en el rango de los tres a cuatro minutos, con algunas excepciones aquí y allá, pero en The Force los tracks son casi el doble de largos en promedio, con los 4:40 de "Thrash 'til The Death" como la canción más corta. No sólo eso, sino que ahora son más complejas y trabajadas, y desde el costado técnico el sonido bien podría ser de un disco de Steely Dan comparado con la producción sucia y villera del álbum debut, aunque no por eso deja por completo de lado la suciedad.
Incluso con todo esto, Onslaught no pierden ni un gramo de pesadez en este segundo álbum: como un Show No Mercy mejor grabado (y con un Sy Keeler que en más de una ocasión suena muy parecido a Tom Araya), los riffs ganan melodía y las canciones se desenvuelven en toda la gloria satánica de cine clase B de las letras. Canciones como la antes mencionada "Let There Be Death", "Contract In Blood" y "Demoniac" marcan un álbum que no decae ni un segundo, marcando uno de los trabajos más destacados del under thrashero europeo de la época.
Aunque algunos prefieran su debut, personalmente creo que es en The Force donde Onslaught terminaron de dar forma a su propuesta de thrash extremo. Por lejos, uno de los discos más destacados de metal under de los ochentas.
Reseña | Onslaught - "The Force" (1986)
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marzo 21, 2020
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